martes, 10 de marzo de 2009
lunes, 9 de marzo de 2009
Mi muerte
Después ya me dedico a la buena vida y no me importa olvidar las normas ortográficas del castellano. Toda la gente me cuida y me ayuda, eso es bueno, así no tengo que hacer nada. Me ponen lo que quiero de comer, me compran lo que quiero...
Llega un tiempo en el que me pongo muy malo. Al comunicar esto, toda la gente se pone muy nerviosa y deciden ingresarme en el hospital. En esta época, en el hospital sólo había mugre y miseria, por lo que era más fácil morir que si estuviera en mi casa echando unas partidas al dómino. Allí olía mal y de ver a las personas muriéndose... ¡ Me daba un no sé qué ! Cuando yo muriera, ¿qué pensarían las demás personas?
domingo, 8 de marzo de 2009
Mi viaje a México
Después del largo viaje (en esta época los medios de transporte eran unos burracos, por eso tardé tanto en llegar) llegué ya hecho polvo (de viejo) y arrugado que estaba. (Ninguna mujer quería nada conmigo)
Entré para servir al viejo (si no recuerdo mal) arzobispo fray García Guerra. Éste era aún más feo que yo, por lo tanto no me quería ni imaginar cómo se sentiría. Aunque él estaba bien acompañado, por todas las mozas que iban a confesarse de haber cometido errores.
Tras un eterno año después sirviendo al arzobispo, un día que estaba aburrido publiqué una Ortografía castellana que había escrito en mis ratos de aburrimiento. Para escribir este libro, estuve escaso de ideas porque mi mente no estaba ya capacitada para tanto. En este libro incluí todas las normas de ortografía del castellano, para cuando perdiera la memoria poder acordarme de ellas.
En mis ratos libres, también me gustaba echar unas partidas al dómino con el arzobispo. Siempre le ganaba y por eso se cabreaba mucho. La verdad es que era muy malo, pero yo también era muy fullero y lo engañaba.
De tanto perder, llegó un momento en el que se negó a volver a jugar. Por eso poquito a poco, empecé a publicar otro libro: Sucesos de don fray García Guerra, arzobispo de México, a cuyo cargo estuvo el gobierno de Nueva España.
sábado, 7 de marzo de 2009
Vuelta a la cárcel.
Después de escribir el Guzman de Alfarache volví a Sevilla comido de deudas, ya que mis padres no me ayudaban nada en la economía y en esta época estamos en crisis, y me encarcelaron otra vez hasta que me sacó mi pariente Juan Bautista, que es una buena persona; este mismo año se publicó en Valencia una segunda parte del Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Luxán de Sayavedra, con un nombre falso del abogado valenciano Juan Martí. Estaba muy cabreado con ese hombre porque había copiado mi fabulosa idea y me entraron ganas de volarle los sesos contra la pared del orfanato. Ambas partes se publicaron en Milán en 1603.
La tradujeron casi de inmediato al italiano en las prensas venecianas de Barezzi; en alemán se publicó en Munich en 1615; Chapelain tradujo las dos partes de la novela al francés y las publicó en París en 1620; dos años después se estampaba en Londres la versión inglesa de James Mabbe que, dice del pícaro Guzmán que era «semejante al navío, que anda dando bordes en la ribera, y nunca acaba de tomar puerto».
viernes, 6 de marzo de 2009
El Lazarillo de Tormes.
jueves, 5 de marzo de 2009
Mi viaje a Almadén
miércoles, 4 de marzo de 2009
Mi encarcelamiento
Allí tienen que aprovechar el tiempo para asimilar las costumbres de la vida criminal que luego aparecerán en mi super novela Guzmán de Alfarache, pero en vez de lo que acabo de decir que debería hacer estaré en mi celda sin hacer nada.